sábado, septiembre 25, 2010

Pitol recibe cédula real en Puebla

No llegó con su Baedecker en mano. Salió del Cabildo con su Cédula Real. Luego del homenaje express en un Cabildo casi sin regidores, el novelista de raíces italianas Sergio Pitol Demenéghi intenta fumar un cigarro.

Parece una procesión de la Virgen de la Covadonga. Alfredo Godínez — devoto visible del culto local a Pitol— carga la estorbosa cédula; lo acompaña el exdirector de la Facultad de Electrónica de la UAP Jaime Cid Monjaraz, actual regidor del ayuntamiento de Puebla.

Un séquito de escritores escolta al autor del Arte de la Fuga. El editor de la colección de la Universidad Veracruzana “Sergio Pitol, traductor”, Rodolfo Mendoza quien inició su periplo literario con la ya extinta revista Anónimos Suburbios; el novelista chipileño y escritor en lombardo veneto, Eduardo Montager, y el escritor Javier Aranda Luna, autor de la Biblioteca Personal.

Pitol se detiene afuera del salón de Protocolos e intenta encender un cigarro sin mucha suerte.

El fotógrafo Andrés Lobato le acerca un encendedor. Y él hace casita. La breve ruta entre Protocolos y el Edificio Carolino se transita entre flashazos. Desde el Italian Coffee de doña Mago la gente voltea con curiosidad.

***

Se ve lívido. Con los años su color de piel se hace casi transparente. Se le nota inquieto.
Ningún funcionario de la administración municipal lo recibe. El regidor Jaime Cid Monjaraz se acerca a saludarlo y conversa con él.
Pitol mira su reloj.

Dieciséis minutos después de esperar a la presidenta Alcalá, un trajeado asistente reprende al escritor Rodolfo Mendoza, acompañante de Pitol.
—Ya viene la presidenta.

Pero pasan otros diez minutos y la alcaldesa no llega.
Al fin aparece entre flashazos, sonriente, más que como alcaldesa como la prima donna del Cabildo.

Pero al Premio Cervantes de Literatura, el Cabildo de la ciudad le hizo el feo; los únicos que llegaron fueron Jovita Trejo Juárez (presidenta de Actividades deportivas y sociales), Gerardo Mejía, René Sánchez Juárez y Jaime Cid Monjaraz.

Alfredo Godínez lee el abultado currículum del novelista veracruzano.

De manera express la alcaldesa le entrega la Cédula Real. Y lo más importante —luego de leer un discurso deslavado, hueco, reusable para cualquier otro homenaje al vapor— posa para la fotografía y lo acompaña a la salida del palacio.

Pocas veces un Premio Cervantes de Literatura viene a la ciudad, se trata del único Cervantes poblano, y la ignorancia siempre se traduce en desaire, con mucha buena voluntad.

***

El prosaísmo de los políticos parece un capítulo esperpéntico de la obra de Pitol.
El secretario de Desarrollo Social, Victor Manuel Giorgana Jiménez y el regidor Gerardo Mejía platican animosamente.

César Pérez López escucha las palabras de la presidenta.

Con dificultad las palabras brotan del escritor que sufre un problema del habla. “A finales de 1988 regresé definitivamente a México, durante mi estancia de 18 años en Europa escribí y publiqué varios libros, algunos se tradujeron a otras lenguas y recibí premios. En ocasión fui traductor y profesor; fui editor, labor a la que ahora me dedicó con pasión.

”Volvía al país de emplear mi tiempo y mis energías sobre la escritura. En ningún momento me sentí alejado de México, ni de mi lengua, es así que sentí una necesidad casi física de convivir con nuestro idioma, de escuchar a toda hora el español.

”Mi familia era italiana, pero nací en Puebla. Estudie desde la primaria hasta la preparatoria en Córdoba, Veracruz, sin embargo mi familia y yo viajábamos durante las vacaciones de verano, y al siguiente visitábamos al resto de nuestros parientes en la ciudad de Puebla.

”Así que Puebla y Veracruz son mis raíces. Cuando se publica algún libro mío, ya sea en México o en el extranjero, exijo que aparezca Puebla como mi lugar de nacimiento.

”Yo me aventuro a decir los libros que he leído, la música y la pintura, las calles recorridos; uno es su niñez, su familia, algunos triunfos. Bastante fastidio, uno es una suma mermada por infinitas restas. Uno está conformado por tiempo, adiciones y credos diferentes.

En el momento en que esto escribo, esta página, puedo vivir en una fase larga y gregaria. Y otra, la más reciente en que la soledad me parece un regalo de dioses. Ir a fiestas, tertulias, cafés. Fue durante largos años un goce cotidiano. Pero el paso a otro extremo se produjo de modo tan gradual que no logro aclarar los distintos movimientos del proceso. Mis últimos años en Europa fueron como embajador de Praga y coincidieron en una intensidad en energía.

”Escribir se volvió una sola obsesión. Nutrió de anécdotas, frases y gestos. La ciudad de Puebla ya en sí es un regalo a la vista y a la memoria de su historia. Muchas gracias.”

La presidenta Blanca Alcalá lee un discurso aéreo que algún asesor descuidado escribió sin ningún esmero, pero que seguramente cobrará con creces en la nómina. “Es un honor recibirlo en este espacio. Recibirlo sin duda nos da cuenta de que hoy los poblanos debemos sentirnos muy orgullosos. Porque el documento más importante de la historia de la ciudad se engalana en ponerlo en sus manos”.

Los lugares comunes abundan. “Reciba el cariño de muchos poblanos que no lo conocen, pero lo sentimos nuestro a través de sus letras.”

***

Hay alumnos de la Facultad de Letras de la UAP —donde la obra del Premio Cervantes se ignora olímpicamente—, lectores groupies, o escritores como Miguel Maldonado, Juan Carlos Canales, Gerardo Oviedo y Armando Pinto.

La ronda de presentaciones la inicia el escritor Rodolfo Mendoza y la satura con el llamado a la fiesta de la lectura de la obra de Pitol. “Bailemos, cantemos, brindemos por las llamas de la literatura; gracias, Sergio, por tu obra”.

Javier Aranda Luna enfatiza los valores transgresores de la literatura de Pitol: el choteo, la burla, la farsa, y el tono paródico, más preocupantes para los políticos que el análisis sesudo de los intelectuales. “Que el espantajo pueden hacernos ver mejor la vida. La pasión de uno forma parte de la vida de todos”.

Eduardo Montagner relata cómo se hizo lector de Pitol. El autor de esa Gran Verdad se adjudica la herencia italiana del autor del “Nocturno de Bujará” y asegura que su ascendencia es muy parecida a la del escritor veracruzano (el Huatusco para Pitol es el Chipilo de Montagner).

Las palabras de Montagner cierran el acto. Una novísima generación de lectores lleva con devoción algún libro del novelista: algún tomo de sus Obras completas, El Arte de la Fuga o una edición viejísima —El Tañido de una Flauta- de la segunda serie de Lecturas Mexicanas.

Pitol fuma su último cigarro afuera del Carolino. Sólo nos queda decir Pitol vino a ser reconocido por el Cabildo y los universitarios de la UAP, pero más bien parece que vino a domar a esa “divina garza” que es la memoria, los lectores y una poblanidad accidental de nacimiento.

(liga)

martes, septiembre 07, 2010

Cinco Apuntes



I
Escribe Jorge Luis Borges: “La poesía es el encuentro del lector con el libro, el descubrimiento del libro.”
Develamiento del mundo, restauración de la mirada, sanación de la ceguera; el orden simbólico se agrieta, se suspende, con el descubrimiento del libro. El libro no es sagrado ni alado. El libro es cosmogonía. Incisión.
El libro funda un mundo. La novela es la continuación del mito. Toda recuperación del mito nos lanza a la época donde moraban los dioses y donde lo sagrado poblaba hasta el mismo átomo.
El libro es la terapia por la que el lector se transforma, se vuelve ese otro que no es pero que puede serlo, el libro restaura alguno de los pasados posibles.
Comprender, es sobretodo desalojarse de uno mismo; el que comprende cede el cumplimiento de sus deseos. Sepulta sus imágenes.
El que comprende admite: su posición no es única, hay otras posturas, su visión es relativa, las otras visiones nos complementan, nos integran; nos integramos a un gran relato inacabado en continua construcción.
No hay hechos atómicos sólo hay relaciones, señalan los filósofos analíticos, es decir, la relación entre el lector, el libro y la poesía es una relación de descubrimiento.
Descubrimos nuestra desnudez, descubrimos nuestras carencias, nuestras oquedades, nuestros huecos, nuestras fisuras.
El libro es el límite del mundo, como nosotros, somos el límite del lenguaje.
Por eso la poesía no es una escritura sino el descubrimiento de un nuevo mundo; el lector explora otros mundos posibles.
El libro es a veces esa “casa abandonada” pero también como hablara Eliseo Diego en su poema Arqueología, “el sitio del calor y la dicha.”

II
La razón instrumental nos ofrece un paraíso. Pero la razón instrumental no nos enseña cómo construir la esperanza, cómo volvernos mejores ciudadanos, cómo ser justos y compasivos, cómo volar en el amor, aunque lo declare una ficción generada por alteraciones fisíco-químicas; la razón instrumental no nos dice cómo sumergirnos en la lectura de una novela y sus muchos mundos.
Hay que dar a luz nuevos relatos, no significa que los relatos antiguos sean inservibles, sino más bien es una forma de decir que con los viejos relatos, cansados nuestros ojos, vamos a refrescar la mirada.
Ni aún las más avezadas herramientas de la tecnología nos permitirán adueñarnos de los mitos espléndidos de Borges y de la poesía a la que la mente científica de Platón expulsó de su República.
Dice el teólogo brasileño Rubem Alves que la educación consiste en enseñar a ver a los educandos, descubrir el mundo con esa mirada de asombro de niños que observan por primera vez el mundo, y que el educador o educadora, el maestro o maestra, abren los ojos de sus alumnos y alumnas.
Si se quiere pensar así, el que enseña, ayuda a quitar de los demás esas nubosidades de los ojos, es así que Alvez dice, que educar es siempre una educación en habilidades y en sensibilidades.
El hilo de las palabras de Alves nos conduce a un jardín, ¿cuánto de espejismo hay en nuestras palabras? Pero también, ¿cuánto de esperanza cuando los usuarios de las palabras abandonan el papel de legisladores, como creyó Platón en su diálogo Crátilo, sino el de dialogantes que ceden pretensiones, reconocen sus límites y se entregan al diálogo como si fuera un ritual del entendimiento?

III
El diálogo no impone. En el diálogo, los hablantes se convencen con razones, apelan a la gratitud del otro, apelan a la fragilidad de lo que el otro dice. Imponer y chantajear nunca son características del diálogo.
El diálogo es más bien danza donde los danzantes cambian de papeles. El diálogo es una actuación para caminar a la verdad.

IV
“Pensar como rememorar no significa estar ligados al pasado (que es sólo otro presente ya no disponible), ni remitirse agradeciendo a alguna presencia de la cual dependeríamos; significa, en cambio, captar la apertura del ser, en la cual estamos arrojados, como acontecimiento”, dice Gianni Vattimo.
La poesía es la que permite celebrar estos encuentros, es hospitalaria, con esos fragmentos que muchas veces se resisten al sentido; es una casa común del vecindario del lenguaje con un jardín apacible para refugio de esas guerras privadas del poder y del sinsentido que todo quieren abarcarlo.
Pero mientras la poesía mantenga intacta su inutilidad, su carácter de juego por el juego mismo, su momento de danza y de fiesta, sus manías carnavalescas, estaremos, a salvo, quizás, de esa razón instrumental, de ese mundo objetivo y de legisladores que nombran verticalmente a las cosas.

IV
“Esa neblina oculta cuánto de real hay en el futuro. Es nuestra verdadera ceguera. No vemos en el futuro más que algo turbulento, confuso y amorfo.”

hola

Hola. Vamos a hablar del cuadro de oposición.