domingo, agosto 22, 2010

Hay que domar a la divina garza

Es muy fácil hacer un elogio; y casi siempre, un elogio sustituye al análisis o al comentario. Una obra es sobre todo un impulso para el comentario y la discusión. Una obra nos abre, en el mejor de los casos, a nuevos mundos, y por supuesto nos cierra a aquello que hace ruido y no es esencial. Por eso dice Gadamer que hay que aprender a escuchar.

Me parece que se pueden decir un par de cosas: gran parte de la literatura que se escribe en México carga el fardo de lo solemne, es pesada, quiere abarcarlo todo, quiere decirlo todo, pero siempre en un tono gran señor, en un tono de filósofo hegeliano que descubre el Espíritu Absoluto y le da una gran fiesta de celebrtación o de novelista post-cervantino pero también gran dandy guerrillero. Abro una novela y me topo cono ese gran tono aquí están mis memorias, la Patria soy yo, el mundo inicia con mi obra.

Desgraciadamente lo que priva es esa sensación de que sólo mis chicharrones truenan y de que yo soy la emanación más pirruris del lenguaje, el gran intérprete, ahora sí, de la teoría de la recepción, o el poeta alado y sagrado, anunciado por la mercadotecnia de Platón en sus Diálogos; pero eso sí, cómo ninguneamos, me refiero al gran significante, gran señor feudal, gran trono de la literatura nacional y sus esencias, a fray Servando Teresa de Mier, y confundimos el ser con el aparecer.
Esa conversión de los escritores en intelectuales y luego de intelectuales en intelectuales de televisión ha sido una de los momentos cumbres de la desaparición de la vocación literaria. Interpretaron el idealismo de Berkeley con acento de rating: “Existo si soy percibido en el rating”.

Quizás por eso hay que leer a Pitol. Pero ya basta de esos ánimos sacralizadores, de groupie literario o de citarlo como si se tratara de la Constitución, de la Biblia o del Manual de Carreño, que dicho sea de paso, también hay que leerlos.
La redención, ya sea estética o paraliteraria, sólo vendrá cuando, y Borges lo ha anotado perfectamente, nos encontremos con nuestro libro. Esa es la experiencia estética que nos cambia la vida o por lo menos nos hace soñar con que la vida es otra.

Podemos leer el Arte de la Fuga en esa clave de quien busca toda su vida las lecturas, los lugares y los personajes de sus lecturas, porque como dijera Henry James, a quien cita Pitol en su ensayo sobre una Ars Poética, la novela es una impresión directa de la vida; pero esta profesión sólo es posible cuando resulta intolerable encarcelarse en un mundo petrificado donde todo resulta irrespirable y se atina mejor a mudarse, al nomadismo, a las experiencias que estimulan el pensamiento, como los viajes, el paso intermitente entre una lengua y otra, la traducción de las sensibilidades, y la incorporación, de todo esto, siguiendo a James, a la novela, que no es otra cosa que encontrar la forma que el lenguaje toma para desembocar en un texto, luego de un periplo intenso y vivísimo.

Si no comprendemos esto nos mantendremos, aún con cientos de viajes, libros y citas, en un cómodo provincianismo, porque el legado de la provincia y de la aridez de la altiplanicie no se salva con una blackberry, una conexión a internet o algunas citas cachondas de textos en otros idiomas, sólo se salva cuando se encuentra esa conexión esencial entre el mundo y el texto, ya sea como autor, ya sea como lector. Esa es, en el sentido literario y muchas veces existencial, la reivindicación metafísica de tantos entuertos.

Sobre Rabia, la novela de Jaime Mesa

Foster, el salvaje globalizado
Foster es Leonardo pero también es Marisa. Foster es la evidencia literaria de que las redes de internet no son un paraíso de la comunicación instantánea o en línea como difunde la propaganda de los grandes monopolios de la comunicación.
En ese sentido, Foster pertenece a los personajes de una epopeya distópica que se remonta al siglo pasado con Winston Smith en la novela inglesa 1984, ya sabemos que no hay finales felices, pero hay que insistir en ello, Foster es un bárbaro que pertenece a una sociedad informada, sin embargo, la información por sí sola no nos humaniza. En un sentido Foster somos todos los ciudadanos de la sociedad de la información.
Lo que se ha globalizado no es el conocimiento sino solamente la información en línea. La gran deuda de la Ilustración y de la modernidad no es el progreso sino la capacidad de que el sujeto, se eleve a la dignidad de persona, de ciudadano de las repúblicas democráticas: dejando su minoría de edad, adquiriendo la autonomía de quien se atreve a saber sin la guía del otro, como postuló el filósofo alemán Inmanuel Kant.
Y aunque las aspiraciones democráticas son otra cosa, el fenómeno literario nos permite pensar que frente a la propaganda de la tecnología, Rabia nos recuerda que el salvaje o el bárbaro siguen aquí con nosotros, que no se trata de una sociopatía o de una enfermedad curable con remedios terapéuticos o psiquiátricos sino de una condición cultural y cuanto más metafísica: la rabia con la que Foster ataca y asesina a los transeúntes luego de un juego perfecto de los Cubs de Chicago, y la violencia con la que practica el sexo para buscar o huir del amor no es la de un sociópata sino la de un salvaje globalizado para quien el mundo es una serie de niveles de un videojuego.
Desde los epígonos de Microsoft, del Valle de Silicio, de la comunicación en tiempo real por ICQ, de las bitácoras virtuales o de las redes sociales como el Hi5 o el Facebook; ya sea en una rudimentaria PC, en una laptop o notebook o desde un teléfono celular o una Blackberry la tecnología convive con el bárbaro.
Si estamos conectados con el mundo no lo estamos porque aparezca en la esquina de la pantalla de la computadora una ventana con un nickname o sobrenombre.
Estamos conectados con el mundo a través de la relación cara a cara con el otro, con quien no solamente tiene una designación sino un rostro, es decir, una historia y una semejanza, y nos interpela con un compromiso al que ineludiblemente debemos responder.
Foster es, ocupando esta comparación, como una mónada. Aunque esto parece un lugar común nos muestra una tendencia: son las identidades las que construyen al sujeto pero para que exista una subjetividad no bastan una serie de identidades. Lo que Levinas ha dicho con suficiente arrojo: “no hay otro sin un rostro” es lo que atina a decir Foster, el personaje central de la novela primeriza de Jaime Mesa (Puebla, 1977) cuando huye de Beca.
Ella me mira de la misma forma que yo deseé verla hace rato.
-¿Y si te dijera que te amo?- le digo para aliviar la tensión de nuestras miradas.
Sé que es sincera, tengo ganas de hacerle el amor. No lo hemos hecho desde nuestra pelea.
-¿Podremos revisar si hay vuelos para mañana?-me dice sin quitar el gesto de mujer enamorada. Rompo el contacto visual y llamo a recepción a ver si se pueden encargar del asunto.

O más adelante:

¿Qué maldita manía tiene la gente de estar unos con otros? Imagino un mundo de silencios, de desconexión, donde cada quien vive un mundo particular. Y no se roce.

Las palabras de Foster son lo opuesto de un reconocimiento pleno del otro. Es el vocabulario para quien el lenguaje no abre nuevos mundo sino se cierra a cualquier contacto con el otro, con el prójimo, con el vecino.

La violencia
El juego perfecto del inicio de la temporada de beisbol provoca que los fanáticos salgan a las calles a festejar el triunfo; la celebración de la victoria desata disturbios. Foster se enreda en el festejo. La turba se amotina. Foster se siente vivo entre la violencia anónima. El fanático del beisbol comete un asesinato:
Azoto la piedra que momentos antes me ha servido para romper el parabrisas de un Mercedes contra la nuca de un camarógrafo. Enseguida voy contra otro más, y de un solo golpe le tumbo la cámara. (...) Me siento vivo. Es la primera vez que la sangre que asciende vertiginosamente hasta mi cabeza me habla. (...)Sangre, por fin alguien logra llegar al rostro del conductor y mete los ojos en la cuenca del ojo izquierdo.

Luego de la violencia Foster confiesa su crimen en una sala de chat. Pero nadie le cree. El chat lo libera del asesinato cometido.
Afuera se escucha el ulular de una sirena. El mundo entero busca mi rostro, lo dice la televisión. Pero casi nadie en esta ciudad sabe quién soy, excepto Sonia, excepto algún conversador o jugador informal en el parque. En realidad, pienso que bien podría haber matado a un hombre y salir impune. Un golpe más contra la nuca. Pero, después de todo, no puedo asegurar que cuando el primer camarógrafo cayó al suelo estaba todavía vivo. Tal vez para ese momento de la historia, yo ya era un asesino.
“Maté a un hombre y lo único que me siento es miedo de que la policía venga por mí”, escribo en una sala de chat de Chicago. Ahí todo sucede rápido, el despliegue incesante de frases de cada uno de los 100 personajes anónimos. Alguien me dice que eso no es nada, que él ha matado a diez y la lista sigue; otro más que se burla y comienza una disertación torpe y cínica sobre la muerte. A nadie le importa la verdad. Repito que soy el tipo de las noticias, el que golpeó a dos camarógrafos; así que primero dos y luego más comienzan a ridiculizarme, me dicen que ahí dentro cualquier puede ser ese hombre.

El deseo

La vida sexual de Foster transcurre entre las salas de chat y las videocámaras. El sexo virtual sustituye al amor, al que se renuncia. Lo que importa es el acontecimiento del deseo, un deseo efímero y mudable, que aparece y se esfuma como los participantes en una sala de chat. No hay nombres, porque el nombre identifica, sólo hay portadores de sobrenombres, el nombre humaniza, y la principal actividad del lenguaje se pierde, la de nombrar.
Una de las mexicanas, cerca de las 5 de la mañana me propuso sexo. Se trataba de una cuarentona que acababa de divorciarse y para la cual la soledad representaba un oscuro calabozo.

El nombre es reemplazado por las ciber-identidades en la sala de chat, como si se tratara de un desfile de máscaras en un acelerado juego de la seducción y del engaño. Pero una ciber-identidad no es siquiera un proto-nombre y si no aspira a nombrar al portador del nombre mucho menos aspira a designar una identidad, a reconocer en el otro a un sujeto, a un semejante:
Aparece después de quince minutos de estar buscando alguien con quien hablar, Cree que soy mujer. La certeza de ganarme su confianza y de conocer su intimidad me obligan a no desmentirla, como no he desmentido a tantas otras. Me llamo Marisa, Sólo aquí. Ella es susana82. Está bien. Yo sólo quiero sexo. Me dice que está buscando confirmaciones. Que ayer no sé qué, algo a lo que no le pongo mucha atención. Me manejo con cautela. Sé cómo reaccionan estas lesbianas: atisban, desean reconocer si eres hombre. Lo soy. Pero soy muy hábil para el engaño.
No se puede luchar contra este engaño. Si el rostro se pierde, si el nombre se pierde, si el contacto se pierde sólo queda el deseo, deseo que poco a poco deriva en una violencia sin atributos ni apellidos.
Para algún grupo de lectores, Rabia, a la que el autor, pensó llamar “Conexión Virtual”, sería quizás la primera novela existencialista escrita en Puebla, una ciudad adocenada, muchas veces conservadora, y donde la violencia se encuentra siempre latente. Pero fuera de esta observación seudo-sociológica habría que decir que para estos lectores, Foster podría ser también un personaje de Camus, es decir, todos somos Foster por la violencia de un mundo desacralizado, es decir, que ha perdido los mecanismos para formular y responder a la violencia. El mundo antiguo poseía su propio arsenal para enfrentar a la violencia pero nuestro mundo racional, carece de estas fórmulas.


He leído algunas de las entrevistas que el autor Jaime Mesa ha dado sobre su novela Rabia, en muchas ocasiones, Mesa el escritor de carne y hueso, ha caído en la celada de las preguntas de los entrevistadores que quieren respuestas sin haber leído la novela.

Rafael Lemus, en la Revista Letras Libres crítica que siendo “Rabia” una novela que aborda la actualidad tecnológica de chats, computadoras y ciberidentidades, no se arriesgue con una propuesta de un nuevo lenguaje tecnológico. Lemus crítica que Rabia sea al mismo tiempo una novela realista, de molde conservador, y se adentre en el mundo de las redes sociales por Internet.
Esta crítica más bien nos muestra una preferencia: Lemus desearía que cualquier novela sobre el ciberespacio sea también una suerte de experimento e innovación lingüística. Pero en todo caso, la petición de Lemus debería hacerla también a todas las novelas de ciencia ficción, lo cual resulta por lo menos ocioso, pero parte más bien de una ingenuidad propia de la modernidad: todo avance tecnológico es progreso, lo cual, es bastante cuestionable aunque no se haya leído a Iván Ilich .
Quizás a lo que Lemus apunta es a un exhorto sobre la necesidad de experimentar nuevos lenguajes alrededor de la novela, a propósito del ciberespacio, pero esta necesidad de experimentación no tiene que ver con el ciberespacio
Lemus añade que Mesa mira al mundo desde la novela, es decir, mira al mundo ya novelizado, y traduce, con placidez, novelizado por trivializado, sin que medie explicación de este paso arriesgadísimo. Mirar al mundo desde la novela, es más bien confiar, en los recursos de ciertas tradiciones, y desde esta tradición, la tradición de la novela, leer al mundo, pero a mí me da la impresión que sucede lo contrario de lo que piensa Lemus, ya que Mesa parte de una realidad cotidiana – esto ya es el indicio de un mundo, pero más aún, parte de un mundo mediatizado no por el lenguaje sino por la propia tecnología- los usuarios de internet y de la tecnología de chat, y sobre este hecho, ahora sí trivial, construye una novela.
La discusión sobre la eficiencia de la novela resulta también impertinente. No se trata de discutir si el autor maneja con destreza el arsenal adquirido en algún taller literario. Se trata más bien de situar la novela dentro de cierto corpus, y de preguntarse, en qué medida, esta novela dialoga con una tradición o marca nuevos derroteros en las literaturas nacionales y regionales.
Si Rabia abre nuevas posibilidades de lectura, es algo que aún deberán, si lo consideran pertinentes, evaluar sus lectores.

viernes, agosto 20, 2010

Apunte sobre Zizek

Me parece que estamos en uno de esos momentos de libertad ilusoria de las que nos habla Slavoj Zizek en su libro Orgáno sin cuerpo.
En el prológo al libro, Zizek relata un momento donde al filmarse una escena del doctor Zhivago en España el deseo de liberarse del franquismo superó la ficción del set cinematográfico. Zizek relata que cuando David Lean quiso filmar una escena donde se canta la Internacional, el himno socialista, se sorprendió que los dobles españoles conocían a la perfección el himno, y arribaron polícias franquistas creyendo que era una manifestación; los habitantes del poblado aparecieron destapando botellas de vino y celebrando porque creían que había sido derrocado el generalísimo Franco.

Apuntes sobre el diálogo, la poesía y los jardines

I
Escribe Jorge Luis Borges: “La poesía es el encuentro del lector con el libro, el descubrimiento del libro.”
Develamiento del mundo, restauración de la mirada, sanación de la ceguera; el orden simbólico se suspende con el descubrimiento del libro. El libro no es sagrado ni alado. El libro es una cosmogonía. El lector es un explorador.
El libro es la terapia por la que el lector se transforma en ese otro que no es pero que puede serlo, la empatía y el desalojamiento de uno mismo como centro de la comprensión; comprender es siempre ceder. Se restringe la esfera del yo. El que comprende acepta que su posición no es única, que hay otras posiciones, que en el mundo su visión es relativa, que las otras visiones nos complementan, que nos integran, que nos integramos a un gran relato inacabado con las otras visiones.
No hay hechos atómicos sólo hay relaciones, la relación entre el lector, el libro y la poesía es una relación de descubrimiento. Descubrimos nuestra desnudez, descubrimos nuestra carencia, nuestras oquedades, nuestros huecos, nuestras fisuras.
El libro es el límite del mundo, como nosotros somos el límite del lenguaje.
Por eso la poesía no es una escritura sino el descubrimiento de un nuevo mundo; el explorador de otros mundos posibles.
II
La razón instrumental nos ofrece un paraíso y ciertamente, por momentos, lo es; pero la razón instrumental no nos enseña cómo construir la esperanza, cómo volvernos mejores ciudadanos, cómo ser justos y compasivos, cómo volar en el amor, aunque la declare como una ficción generada por alteraciones fisíco-químicas; cómo sumergirnos en la lectura de una novela y sus muchos mundos. Hay que dar a luz nuevos relatos, no significa que los relatos antiguos sean inservibles, sino más bien es una forma de decir que con los viejos relatos, cansados nuestros ojos, vamos a refrescar la mirada.
Ni aún las más avezadas herramientas de la semiótica nos permitirán adueñarnos de los mitos espléndidos de Borges y de la poesía a la que la mente científica de Platón expulsó de su República.
Dice el teólogo brasileño Rubem Alves que la educación consiste en enseñar a ver a los educandos, descubrir el mundo con esa mirada de asombro con la que los niños observan por primera vez el mundo, y que el educador o educadora, el maestro o maestra, abren los ojos de sus alumnos y alumnas a un mundo.
Si se quiere pensar así enseñan a quitarse esas nubosidades de los ojos, es así que Alvez dice que educar es siempre una educación en habilidades pero otra en sensibilidades.
El hilo de las palabras de Alves nos conduce a un jardín, cuánto de espejismo hay en nuestras palabras, pero también cuánto de esperanza cuando los usuarios de las palabras asumen no el papel de legislador, como creyó Platón en el su diálogo Crátilo, sino el de dialogantes que ceden pretensiones, reconocen sus límites y se entregan al diálogo como si fuera un ritual del entendimiento.

III
El diálogo no impone. En el diálogo los hablantes se convencen con razones, apelan a la gratitud de otro, apelan a la fragilidad de lo que el otro dice. Imponer y chantajear nunca son características del diálogo.
El diálogo es más bien como una danza donde los danzantes cambian de papeles. El diálogo es una actuación para llegar a la verdad.

IV
“Pensar como rememorar no significa estar ligados al pasado (que es sólo otro presente ya no disponible), ni remitirse agradeciendo a alguna presencia de la cual dependeríamos; significa, en cambio, captar la apertura del ser, en la cual estamos arrojados, como acontecimiento”, dice Gianni Vattimo.
La poesía es la que permite celebrar estos encuentros, es hospitalaria, con esos fragmentos que muchas veces se resisten al sentido; es una casa común del vecindario del lenguaje con un jardín apacible para refugio de esas guerras privadas del poder que todo quiere abarcarlo.
Pero mientras la poesía mantenga intacta su inutilidad, su carácter de juego por el juego mismo, su momento de danza y de fiesta, sus manías carnavalescas, estaremos, a salvo, quizás de esa razón instrumental, de ese mundo objetivo y de legisladores.

IV
“Esa neblina oculta cuánto de real hay en el futuro. Es nuestra verdadera ceguera. No vemos en el futuro más que algo turbulento, confuso y amorfo.”

lunes, agosto 02, 2010

Violentamente Feliz

Algo para el relax. Los moscos pican mucho:

Irineo Mújica Arzate levanta su huelga de hambre

















A Irineo Mújica Arzate se le nota cansado, en el momento en el que el trovador Alberto Figueroa, se acomoda la guitarra para entonar una rola sobre las agresiones que sufren los migrantes al cruzar la frontera rumbo al sueño americano.
Luego de 17 días en huelga de hambre y varios actos de hostigamiento de la policía municipal de Puebla, el documentalista Irineo Mujica Arzate anunció que este lunes 2 de agosto cancelará su protesta luego de que el viernes pasado el Instituto Nacional de Migración (INM) informó que suspendió a dos agentes migratorios que golpearon salvajemente al periodista independiente el pasado 17 de julio en Soltepec, Puebla, cuando el periodista documentó un operativo de agentes migratorios contra migrantes centroamericanos que viajaban en un tren.
“El Instituto Nacional de Migración ha demostrado voluntad, ha mostrado flexible lo que parecía imposible.”
Ayer domingo, amigos de Mujica, integrantes de colectivos como el Frente de Pueblos por la Defensa de la Tierra y Agua, trovadores, sindicalistas, reporteros y familias le expresaron al documentalista su solidaridad.
“Me siento conforme. Más mi salud está muy deteriorada.”
Irineo Mujica Arzate levantará su huelga de hambre el medio día de este lunes y acudirá a un hospital para una revisión médica.
La delegada del Instituto Nacional de Migración Rocío Sánchez de la Vega, suspendió a dos elementos de esa dependencia que golpearon a Mujica el pasado 17 de julio, cuando grababa el maltrato contra migrantes por parte de personal de la dependencia durante un operativo en el municipio de Soltepec, Puebla.
“Estas personas son las que manejaban la troca y quien me despojó de mi cámara, y existe voluntad y soy un hombre de palabra, por lo continuaré en el proceso legal para que sancionen a los otros tres elementos que lo agredieron pero esto dijo lo seguiré ya en el proceso jurídico, pues mi salud está muy deteriorada.”
Ayer domingo se vivió un ambiente festivo en la protesta solidario por Irineo.
Niños con cadenas hechas de papel se encadenaron frente a las instalaciones del Instituto Nacional de Migración.
Los niños se cubrieron la boca para manifestar su rechazo a la clausura de la libertad de expresión y se sentaron a las afueras de la dependencia migratoria.
Un periódico mural concientizaba sobre el maltrato a migrantes en trabajos anteriores del reportero y de su compañero Juan de Dios García.
“Repudiamos la represión que sufrió Irineo y es un parteaguas para que se vea el maltrato que sufren los migrantes”, dijo Miriam Vargas Teutle, de la radio comunitaria Axocotzin.
“Estamos aquí apoyando a Irineo”, dijo Vargas, una muchacha de origen indígena del municipio de Tlaxcalatzingo.
En el acto se leyeron comunicados de solidaridad con Irineo.
Desde Huachinango, los integrantes de radioexpresion.com.mx enviaron un cálido mensaje: “Y aquí estás Irineo, ayudándonos a limpiar el alma, abriendo nuestra garganta, impidiendo que borremos de nuestra memoria hechos indignantes”.
“Recibe desde la sierra norte de Puebla un saludo y acompañamiento fraterno”.
El comunicado lo signaron los reporteros Leticia Ánimas Vargas, Heriberto Hernández Castillo y Luis Fernando Soto Beltrán.
El trovador Alberto Figueroa se echó un par de rolitas de temas migrantes: “234 balas de goma/ 234 ataques impunes/ 234 caídos en el desierto” mientras un vendedor de nieves clamaba: “a tres pesitos las nieves”.
Un papá se acerca con sus hijas a saludar a Irineo.
-No está sólo. Estamos con usted.
Las niñas saludan y besan al documentalista.
“Ella (Rocío Sánchez de la Vega)dijo que esto se hubiera arreglado desde el principio si la hubieran dejado actuar”
Irineo regresa un sombrero con el que se ha cubierto del sol y se guarda en su improvisada tienda construida con lonas de los excandidatos del PRI.
Hoy el documentalista visitará el hospital, en una tregua de su lucha para que México deje de ser la Arizona del sur.

hola

Hola. Vamos a hablar del cuadro de oposición.