miércoles, agosto 29, 2007

Sobre los tiempos hipermodernos


A pesar de que Lipovetsky comparte con otras corrientes de pensadores la existencia de una tendencia a vivir el tiempo social en la inmediatez, la urgencia y la sacralidad del presente, considera que "la contemporaneidad se caracteriza por las tensiones paradójicas entre el culto al placer en el presente y la preocupación por el futuro, incluso en el mismo presente".

lunes, agosto 27, 2007

Guillevic, Maliyel y Omar

GUILLEVIC
por Omar Castro Hernández

Editorial Colibrí muestra el cuidado editorial desde la portada en el libro “Arte poética” de Gullevic con la traducción de Maliyel Beverido perteneciente a la colección “As de oros”.

Escribo sobre este libro con la autoridad de quien se reconoce en la escritura ajena al leer por primera vez.

Desaparecer es la intención del autor al realizar esta poética. Una escritura que se desenvuelve en una primera persona del singular hasta desaparecerlo y convertirlo en la segunda persona del singular para poder reflejar al autor. Juegos de espejos, especulación sobre el poema y la poesía, nunca sobre el poeta. El poeta queda encarnado por el poema: Un poema es poeta y asume la consecuencia de dejarse reflejar: la desaparición.

A lo largo de la lectura vemos cómo el autor busca que el poema acepte ser el objeto y modificarse hasta ser poesía. El espejo es la otredad, en la otredad se reflejará el poema a si mismo y buscará modificarse una vez que ha desaparecido el autor: el poema es el poeta, la desaparición del autor se ha realizado por un efecto del lenguaje, por el efecto de espejo que es la otredad.

El poema concede reflejarse y ser modificado; concede que la poesía reaccione sobre si misma. El poema se ve crearse a si mismo, como el poeta se ve pensar a si mismo:

-así el reflejo modificado
reacciona sobre el objeto
que se dejó reflejar.

La posibilidad es lo que rige el impulso poético, el impulso de un poema que no se rinde y confiesa su verdad frente a frente en el reflejo.

La gloria de decirme:
hice un poema,

yo, como dice Hölderlin,
logré el poema.

El otro de Guillevic escucha la confesión y se mira en un tercero: Höderlin, el poeta de las épocas de penurias, donde la caída es la constante; donde la muerte y lo definitivo es único motivo que mueve al hombre. La poesía en esa confesión reclama el lugar que han dejado vacío los dioses, lo toma y lo habita con la desaparición del sujeto.

La muerte es lo que no se mueve, lo que podría dar la sorpresa del movimiento, la sorpresa de una ficción: el poema se escribe para no moverse; para el lector inesperadamente se mueve: el poema es un estanque que contiene la posibilidad de que suceda algo:

No moverse,
es contener.

....



Una mirada a la traducción

Demoré en atreverme a escribir sobre la traducción que elaboró Maliyel de los poemas de Guillevic porque los poemas poseen a la endemoniada arte poética dentro de sí; son poemas que hieren al poeta que los lee. Imagino con cuantas heridas habrá renacido la traductora de cada poema.

La voz que la traductora ofrece a Guillevic es excepcional y transparente. La reflexión se lee en estos poemas a lentos suspiros (imagino que la traducción fue del mismo modo): las palabras ofrecen los giros más perversos (escribo perversos no por la maldad ni por los poetas malditos; sino por la traición que implica toda traducción) que hacen del libro un placentero transito en el cual se puede pensar.


La traducción que brinda Maliyel es precisamente la que respeta a cada poema como un opúsculo y entiende que, dentro de sí, cada poema es reflexión poética. Los poemas han sido revelados siguiendo la analogía de la exactitud al escribir. Una traducción que apuesta por la claridad para crear la complejidad de lo sencillo. Los vestigios de la batalla de la traducción así lo atestiguan: cada poema deja desnuda la lectura que la traductora ha hecho con la pasión poética.


Arte poética

Al final de cada poema está el abismo, la reflexión sobre la escritura de la poesía. Cada poema ofrece una luz penetrante que ciega, cada corpúsculo de ésta es un ojo. No es el pensamiento de Rimbaud que se ve escribir a si mismo. No. Ni la cámara lucida de Salvador Elizondo que permite al escritor verse a través de todos los tiempos escribir. Cada poema es un opúsculo que reflexiona sobre su propia construcción, que decide sobre su propia hermenéutica. Así el devenir de cada poema conduce hacia la configuración de una biografía. Esta biografía sigue la extraña dinámica de las cajas chinas, que en la última, desconcertantemente, descubren un misterio para agrandarlo y obsequiarlo: la biografía del poeta Guillevic se configura en los poemas que son su arte poética que a su vez es la biografía de otros poetas.


Es desgarrador enterarse en la primera página sin previo aviso del siguiente poema:

Si no escribo esta mañana
no sabré más,

no sabré nada
de lo que puedo ser. (p. 13)?


Este poema es la certeza de conocer para asegurar que no se sabrá más: el abismo de quien escribe, el abismo del ser para la escritura. La reflexión gira alrededor de ese “no sabré nada” y conduce noblemente hacia una frase de T. S. Eliot referida por G. Seferis en sus diarios “a propósito de algún joven que, según decían, quería dedicar su vida a la poesía: “prepara una vida triste”?. Ambos, el poema y la frase trágica de Eliot, parten de un presente establecido para rematar en un augurio temible. Una vida triste y no saber nada, es temible. La vida del poeta es una paradoja, un circulo que sólo el poema rompe con su decir. La noticia del poema llega tan temprano en el libro, que quién escribe siente su espíritu vibrar y agotarse en el primer poema. Recuerda al espíritu que nació viejo para la vida, así este poema inicia en la vejez para concluir en la inocencia.

La traductora inevitablemente debió haber recibido ese poema con gran sorpresa, para explorarlo con gran sigilo. Desearía poder plantearme si la claridad proviene de la traductora o del poema, pero desconozco qué es traducir; pero entiendo que la oscuridad del futuro, el oráculo que muestra el poema entra por la puerta grande de una acción que se potencia en el poema: la escritura.

La definitiva expresión del poema rememora y revive, renovado al sentimiento romántico. Lo manifiesta con una simpleza tal que magnifica su poder. El poema es una elegía a la escritura. Elegía a un ideal que está a punto de perderse. La melancolía se da cita al interior de este singular poema que construye el dolor del suspiro en dos versos: no sabré nada / de lo que puedo ser. La obertura predice la fortaleza de las sensaciones que atacan la escritura a lo largo de la obra.

El optimista vulgar confundirá este poema con un dolor que no existe o no se siente. El poema es el centro de su poesía y la energía de su movimiento la separación de ella. Cada poema habla de la separación que existe entre él y la poesía.
El poema ofrece una aterradora condicionante que exige la escritura para saber qué se puede ser. Esa condicionante es sólo el síntoma de la separación y la soledad que enfrenta el poeta ante el poema. El tormento del amor a la poesía encuentra su paz en la entrega a la poesía. Cuando el poeta no encuentra ninguna resistencia de la poesía halla que es vana aspiración encontrar dicha entre los hombres.
Saciar al ser es la aspiración del poeta al escribir; esto lo separa de los demás hombres. El impulso del poeta es secreto peligroso que busca exterminar los goces de la afinidad para decir a todos los hombres y separarse de ellos.
El poema abre otro diálogo cuando descubre en ese impulso secreto y peligroso la separación no sólo de los hombres; sino de las cosas. La angustia de saberse solo, y el impulso de desear la separación para crear, incita al poeta a ver en la escritura una convocatoria de las cosas para conocerse.

Cuando escribo
es como si las cosas,

todas, no sólo
de las que escribo,

viniesen hacia mí
y pareciera y creo

que es
para conocerse. (p.17)

Todas las cosas a que se refiere se conocen por el ser. No vienen al poeta para hablar con él, ni para salvarlo de su angustiosa soledad; sino para dar una muestra de cómo conocerse a través de lo otro, de lo ajeno. El poeta no se gobierna por el destino externo; sino por la voz que nace cuando las pasiones particulares callan. El silencio de las pasiones es el combustible de este impulso secreto y peligroso. Su hablar es un silencio que conduce al rigor del poema que dice aún después de la muerte del hombre; que dice sobre toda penuria humana.

Escribir es convocar no para salvarse de la ansiedad de estar solo; sino para acentuar la soledad en la que se desarrolla la reflexión. El canto del poeta constituye el silencio que engrandece y construye la soledad frente a los otros. La posibilidad del canto como silencio, se atestigua en el siguiente poema:



El canto
Puede ser silencio.

El silencio puede existir
Para quien canta,

para él
y para todos,

porque lleva el canto
a través de los horizontes. (p.33)


El silencio es el mensajero que lleva el canto "a través de los horizontes". El silencio, copa del canto que decanta en las almas sus virtudes. El canto es silencio, declara en los primeros versos el poema. El silencio de lo otros es la copa que contiene la cicuta para el poeta. El canto es para el poeta el silencio; su canto es silencio para sus oídos y el silencio la negación de su existencia. El silencio conduce las voces universales de la poesía con sus armonías y disonancias pero el poema se transforma en el camino para el canto, donde el ansia de no saber hacia donde se dirige se expresa del siguiente modo:

-Tú, tú no adivinas aún
hacia dónde escribes. (p
.21)

La escritura para el poeta no es algo que se remita o dirija a alguien; sino el pasaje y destino en que camina el canto. El canto invita al poeta a detenerse en si mismo: su deseo es no ir a perder su destino; sino encontrarlo y confirmarlo.

La escritura posee una dirección, fuerza y velocidad como cualquier acción. La acción de la escritura es temible cuando imita a la eternidad y se detiene:


Quisieras
avanzar en tu poema
como un arroyo

sinuoso, no apresurado-

y tiemblas por volverte
como un estanque

donde quizá, estático,
no te reconocieras.

En el poema se avanza, como se avanza en el tiempo. El temor del poeta al descubrir que escribir también ofrece el peligro de quedar estático, que por escribir la escritura también se corre el peligro de detenerse. Escribir no ofrece la seguridad de no detener la escritura.

Habría que meditar si la franqueza del poema no deviene de la perdida de la inocencia misma que infunde a la poesía el misterio. El poema en Guillevic parece renunciar a la certeza de que en ellos existe la poesía. El lector puede denunciar la ausencia de la poesía en los momentos en que los poemas interiorizan la certeza de lo que es la poesía. Pareciera ser un monologo donde el poeta recurre cínicamente a demostrar como los poemas bajo el simple esfuerzo del poeta no se convierten en poesía; esperan sin duda el esfuerzo del lector que arriesgue a perder sus sentimientos a lo largo de la reflexión de los poemas mismos; pero tiernamente el poeta desea dar amparo al lector que nostálgico de la poesía encuentra en imágenes la certeza de que aún en su reflexión melancólica conserva como ideal a la poesía. «Quien no sentirá la tentación de ver en estos poemas el simple reflejo del pensamiento filosófico que se regodea en una reflexión que de tan profunda no destruye el objeto de su origen» Es imposible evitar esta tentación que en si misma descubre un resentimiento por no encontrar en ellos a la sensación solitaria, que amante de si misma busca verse reflejada en todo lo que esta escrito. Especulación si; no un simple reflejo de un sentimiento que por si mismo es tan frágil como el amor mismo. El poeta camina y recorre cada uno de los poemas con la intuición y los relee con la mirada de una reflexión exhaustiva que deja vestigios de claridad en ellos.

Los poemas no dejan leerse sin la reflexión, su aire y ambiente está allí; el lector podría inocentemente identificarse con imágenes tan sencillas como la oruga, o el estanque; pero la resistencia misma de la reflexión lo lleva al silencio que crea lo poético de un pensamiento que se ve a si mismo escrito y pensando aquello que el mismo es al momento de leerse. En los poemas se ejecuta ese extraño misterio de Rimbaud; que se ve a si mismo pensar.

viernes, agosto 03, 2007

La Navaja de Occam

Siempre vale la pena perderse en la librería Profética, imán de bebedores de café, de bloggers desquiciados o de vagabundos poetas de la RES.
Hoy por la tarde me encontré con “La Navaja de Occam” libro del poeta Ramón Rodríguez (Córdoba, 1928).
La edición del Instituto Veracruzano de la Cultura (IVEC) en su colección Atarazanas nos permite reconocer en Ramón o “Ramoncito”, como tramposamente lo llaman José Homero, Rodolfo Mendoza y Rafael Antúnez, al que quizás sea el poeta veracruzano más ignorado debido a la concisión de su obra poética.
Pero sin duda, el gran logro de Ramón Rodríguez es su claridad conceptual acentuada por su profundidad irónica.
Rodríguez fundó el diario de mi pueblo con Billy Scully, Othón Arróniz —discípulo de Dámaso Alonso— y Rubén Calatayud.
Tiene un buen rato que no veo a Ramón Rodríguez —lo recuerdo como un conversador incansable, un adolescente perpetuo, y un animador de las francachelas —pero desde este blog hospitalario con los fragmentos vaya un saludo fraterno al mejor matador de cucarachas del centro del estado de Veracruz.
Por cierto, el título del libro “La Navaja de Occam” no puede pasar inadvertido en un mundo literario atestado precisamente de entidades dañinas como los malos versos. Todos conocemos a esos explotadores del verso libre y a esos libros de poemas escritos de bajadita cuyo mayor atributo es coleccionar los ripios del momento.

miércoles, agosto 01, 2007

Entrevista con el creador de Ubuntu

No es fácil derrotar a Microsoft desde el 'software' libre"
SERGI ALBIR - Valencia - 29/07/2007

Mark Shuttleworth tenía dos buenos motivos para visitar la Campus Party, ayer, en Valencia. Es un gurú del software libre, fundador de Ubuntu, una de las pocas alternativas a Microsoft en cuanto a sistemas operativos, y, además, fue el primer cosmonauta africano. Shuttleworth viajó en 2002 a la ISS dentro del programa de turistas espaciales, si bien él prefiere considerarse un investigador privado, ya que su estancia en el espacio estuvo centrada en experimentos relacionados con la musculatura y el funcionamiento del corazón.
Este surafricano nacido en 1973 se convirtió en millonario en 1999 al vender Thawte, la empresa que fundó cuando tenía apenas veinte años. Después, dedicó sus recursos a crear Ubuntu, una versión de Linux (el nombre quiere decir en zulú "humanidad hacia otros").
La tecnología empleada en Ubuntu, que proviene del mundo de la programación libre, se usa en lugares tan variados como una tienda de comestibles de barrio o la sede central de Google.

hola

Hola. Vamos a hablar del cuadro de oposición.