Por cierto, a Martín Corona lo conocí hace ya bastantes años en la Facultad de Letras de la Universidad Veracruzana en Xalapa. Nos reencontramos un par de veces. Recuerdo un momento memorable: durante una borrachera en el puerto de Veracruz, gracias a la invitación de nuestro amigo, Jaime G. Velázquez, en ese entonces editor de "La Ventana Cerrada", después de buscar un torito para beber, toda la noche, en el cuarto de hotel, el jóven Corona interrogó impetuosamente a Ramón Rodríguez sobre los pormenores de la novela de Andrewski, "Las Puertas del Paraíso", traducción de Sergio Pitol.
Fue como una lección de anécdotas, la de Ramón Rodríguez. Un par de años después me reencontré a Martín en un encuentro de poetas en mi natal Córdoba, corría el año 1999, otra vez, gracias a la generosidad de Jaime G. Velázquez, un sábado por la tarde, mientras la elite poética jarocha leía sus poemas en el Portal de Cevallos, en un salón con aire acondicionado, Martín, mi amigo Pablo del colectivo José Revueltas y yo, discutimos acaloradamente sobre el bluff de nuestros amigos poetas.
Cuál no sería mi sorpresa cuando hace unos 4 años, Mario Alberto Mejía, entonces director de Intolerancia me anunciara que un paisano mío, Martín Corona, sería compañero en el Intolerancia.
El paso de Martín por el diario y la Revista fue de apenas un par de años, o quizás menos, pero ciertamente Martín fue un buen cómplice en las andanzas de esa revista y bien lo recuerdo echando pestes en contra de los políticos y una muy buena entrevista con Federico Campbell y un especial sobre arte, que provocó un escándalo y el repudio entre los directores de la revista.
En fin, Martín se cansó de Intolerancia, se volvió librero en Profética y luego un juglar, donde creo encontró su vocación. Tan tan.
