lunes, enero 16, 2006

Eventos para enero de 2006

Presentación del libro de poemas El espacio de un latido de
Luisa Ramírez Mancera
Lecturas y comentarios de Miraceti Jiménez, Beatriz Meyer y la autora.
Miércoles 18 de enero
19.0 horas
Entrada Libre

10° aniversario de la colección infantil El barco de vapor, de SM ediciones
Mario González Simancas, fundador de la colección, dará la conferencia “Los libros para niños, todo un mundo”
María Wade Rosique dará la conferencia “Cómo acercar los libros a los
niños”
Jueves 19 de enero
18.0 horas
Entrada Libre


Presentación del libro Tan lejos tan cerca de Alejandro Meneses
Lecturas y comentarios de Beatriz Meyer, Julio Eutiquio Sarabia y Rafael Pérez Gay
Jueves 26 de enero
19.0 horas
Brindis
Entrada Libre

Presentación del libro Safari Accidental, de Juan Villoro
Comentarios y lecturas de Juan Villoro y Gabriel Wolfson
Viernes 3 de febrero
19.0 horas
Brindis
Entrada Libre
Lo más sexy del mundo es el alma. Es la vida del corazón. Lo más sexy del mundo es la paciencia. Y el amor, a diferencia del deseo que es súbito y cachondo, es un fruto de la paciencia. El que ama, como dice Corintios, es capaz de perdonar. Y el perdón es sexy como la comprensión o la empatía. Eso es lo que debemos saber, más bien, es lo que saben nuestros cuerpos cuando nos abrazamos, o cuando Norah Jones es el soundtrack de nuestro amor postplatónico, transcontingente, de calamar gigante. te amo.

viernes, enero 13, 2006

Bazar II

PueblaColonial9
PueblaColonial9,
originally uploaded by EduardoMH.
Ahora que lo recordaba esa entrada al bazar era la misma donde el amigo del escritor, un afamado cronista por sus ocurrencias lingüísticas y su tino para mezclar lo culto y lo popular, había buscado máscaras para su colección un sábado de octubre por la mañana mientras él y la fotógrafa lo esperaban agazapados, en plena paparatzimanía intelectual.

Los bazares (I)

PueblaColonial9

¿A esa tranquilidad estaba destinado? ¿A esos afluentes somnolientos, a veces pútridos, que le intoxicaban el alma? Había caminiado tantas veces por ese callejón, cada vez con una preocupación y un cuerpo distintos, que se afanaba con torpeza a decir que era el mismo de siempre.

miércoles, enero 11, 2006

El trópico de Denisse

IBIS ON THE BEACH
IBIS ON THE BEACH,
originally uploaded by METAL-ARMZ.


La gente siempre le llamaba “el trópico”, a ese lugar caluroso y polvoriento, sus palmeras todas resecas, apuntaladas una por una en los camellones de las avenidas, concertaban con los raquíticos perros, que husmeaban entre los basureros improvisados en cada esquina. Las casas de adobe con techos de palma adheridos con guano de gaviota, me hacían recordar su infancia perdida entre los cañaverales del pueblo. Apenas era un muchacho, sus trece años no le permitieron distinguir entre el abuso y el placer que el cantinero le propinaba con violencia deleitable, esa húmeda noche de abril.

El lugar no tenía nada de mágico, y año con año, yo soñaba con abandonarlo para siempre, nunca regresar, Daniel había dejado de ser Daniel, sólo Dennisse permitía a propios y extraños recordar las resquebrajadas reminiscencias del Danny. Nunca entendí por qué la gente le llamaba el trópico, pero la palabra me golpeaba en la mente como látigo sobre la espalda de alguno de los tanto negros que vivían allí y que por mucho tiempo habían sido esclavos de mi abuelo.
Hasta que lo entendí, pero no fue por su calor, ni por las voluptuosidades de las damas de las noches del “Diamante”. Tampoco, por las madrugadas donde los pescadores se apeaban de las lanchas llenas de pescado y camarones de playa azul.
En Sabanilla las casas siempre tenían las puertas abiertas, y en cada patio yacía una hamaca para descansar después de la jornada. Las sillas mecedoras formaban parte de ese escenario que detenía al tiempo, habían pasado treinta años desde mi primer recuerdo y todo seguía igual. Las palmas, el olor a mezquite, las gallinas cacareando en los gallineros. Las puertas abiertas que nunca invitaban a pasar, las solteronas y las mujeres regordetas tendidas sobre las mecedoras y cada casa, todas y cada una de ellas pintadas de blanco ostión, con una rara mezcla de cal y nopal.

La noche que comprendí que esa tierra sin ninguna bendición de Dios era el trópico fue en el “Diamante”, había pedido una cerveza bien helada, Rómulo el mesero, me la había traído en un tarro tapado con una servilleta de papel, siempre procuraba tapar todos los tragos porque a pesar de que el sol hacía horas que había desaparecido sin rumbo fijo; todas las bebidas se incendiaban con ese maldito calor noctámbulo, a pesar de que el ventilador del techo giraba sobre mi cabeza, aumentando mi desesperación y amargura por lo abierto de ese encierro. La servilleta tenía dos usos, el primero evitar que cada trago llegara al punto de ebullición, y dos, que los mosquitos se embriagaran mientras tenían una muerte lenta, en las aguas del destile.

La oscuridad del “Diamante”, con sus tropicales cumbias de la Sonora Dinamita, violentaban mi borrachera, mientras que Denisse se convertía en cómplice de cada trago, que con falsas esperanzas me hacían olvidar mi fracasada vida. Mi manos sudaban, mi camisa se convertía en toalla de boxeador que limpiaba el sudor de mi desaliñado rostro ocasionado por el combate nocturno, los borrachos del sitio bailoteaban al punto del ridículo y de los malabares con un ritmo de la Dinamita “Carmen se me perdió la cadenita, la Cadenita que tú me regalaste Carmen”, levanté el rostro, mire el espectáculo alrededor y comprendí que ese el trópico de un pueblo perdido de Tabasco.

domingo, enero 08, 2006

A rainbow of dyes

A rainbow of dyes
Un poco de color es todo lo que tenemos para alegrar la vida.
Poco había que decir esa mañana. Era una mañana fría, la recámara estaba en penumbras. Lo mejor que hubiera podido haber hecho era guardar silencio pero algo lo había levantado una hora más temprano que de costumbre, nada había cambiado, la botella de refresco permanecía vacía en la mesa, los cojines de los sillones fuera de su lugar, había cierta violencia en la escena lo que no le sorprendía pero ahora quería darle forma a todo eso que estaba a su alrededor, dotarlo de una coherencia, de algún argumento. Tenía una resaca de televisión y películas tontas del canal de cable. Se sonó la nariz. Sentía como le fluía todo en su nariz, buscó a tientas los anteojos, se detuvo y recordó que en la mesa del comedor los había dejado, su intuición fue certera. Así funcionan las cosas, se dijo. Sólo había, creyó, dejarse llevar por lo que fluye, unirse a esas arterias incontrolables de la vida, porque lo otro, era completamente patológico y de una lógica humana e inabarcable: querer que el mundo funcionara del modo deseado, que mundo y deseo, mundo y capricho, mundo y querer, fueran una misma entidad, marcharan al mismo ritmo, se correspondieran. Pero las cosas, se dijo, no funcionan así. Se quiere algo, se obtiene otra cosa.

Esto, que hoy por la mañana se daba cuenta que había experimentado el día anterior, era lo que su profesor de San Agustín había tratado de explicar en clase. Que sólo en Dios su querer es perfecto, es decir, cuando quiere algo lo transforma en algo real, por eso Dios siempre quiere el Bien, y querer el bien es hacer el bien. Eso, sí, eso, es una voluntad perfecta, recordó. Pero lo otro, ese abismo entre nuestro querer y nuestro hacer, es propio de los humanos; quizás, de nuestra voluntad después de la caída. Al pensar le pareció una exageración. Un pensamiento demasiado teológico. Como la ocasión en la que le irritó sobremanera cómo el pastor predicaba. Habían viajado casi dos horas para llegar a un lugar en medio del bosque. En el culto matutino el pastor había predicado sobre el diezmo y por la tarde había manipulado los sentimientos de la congregación para que terminaran llorando, una vez que se iban del sitio, el pastor les prometió que los invitarían a la inauguración de la nueva iglesia. ¡Cómo! Si esa iglesia de madera, en la que apenas cabían unas 50 personas, con piso de aserrín y techo de lámina no violentaba el lugar. Pero los hermanos de la congregación querían hacer una iglesia con tabiques. Era una historia vieja. Eso mismo había sucedido en Horeb, la iglesia hacía más de una década se había bautizado. Primero se habían reunido en la casa de la hermana Charo los domingos, una vivienda muy pequeña donde todos los domingos había que quitar la mesa de la sala, colocar algunas sillas para formar cuatro hileras de cinco sillas cada una, en un par de sillones podían sentarse otras cuatro personas. Luego Horeb se construyó en un terreno propio. Lo que más le gustaba del edificio de tabicón y techo de lámina era el golpeteo de la lluvia que volvía inaudible el sermón del pastor los domingos en el culto vespertino. Tampoco podía olvidar tan fácilmente que las sillas del comedor de la hermana Carmen Ameca habían sido sustituidas por bancas de madera robustas y barnizadas. Luego todo había cambiado, los hermanos de Horeb decidieron que ese templo de tabique y techo de lámina era indigno para Dios por lo que en un par de meses lo volvieron un pastel de quinceañera. Lo único que había quedado del templo eran un área de jardín de 10 metros por 8 metros que los domingos por la mañana se volvía estacionamiento pero que sin el estorbo de los automóviles les permitía jugar futbol, hacer fogatas para quemar discos o libros, o hacer comilonas el día del padre y el día de la madre.
La última vez que había estado en Horeb el jardín se había convertido en salones de clases para la escuela dominical. La moraleja era cierta. Los cristianos odian los espacios abiertos.

couleur

El dia ha mejorado. A pesar de todo. Hoy ya es otro día. Espero que esto me permita sobrevivir. Quise decir,nos permita sobrevivir.

jueves, enero 05, 2006


La vida sigue.  Posted by Picasa


Perfidamente para nuestra fe. Para nuestro pan diario. Para el día inasible. Que sólo lo no dicho, lo en-cubierto lo posible nose haga reales. Feliz Día de Reyes. Mi meta es ir a jugar con los juguetes de mis sobrinos el sábado. Este es el futuro y el nirvana de un día feliz. (Foto Esther Chelius)

hola

Hola. Vamos a hablar del cuadro de oposición.